miércoles, 19 de agosto de 2009

El bosque del piso 12


La Toti era chiquitita. Delgadita y paliducha, con "carita de suspiro" como le decía la abuelita. Vivía en el doceavo piso de un gran edificio, muy alto y elegante, ubicado justo al final de la vista de cualquiera. Al preguntarle a la Toti donde vivía, ella señalaba con su dedo "allá!, donde se termina el cielo!". Y en cierto modo, así era. Cada vez que llovía el arcoíris se perdía detrás del edificio.

La Toti casi siempre estaba sola. Su hermano era muy grande para jugar con ella y la consideraba "una enana apestosa". Su mamá y su nana estaban siempre ocupadas en sus quehaceres. Su papá trabajaba todo el día. Así es que para no aburrirse, la Toti decidió "tomarse" el pequeño espacio que quedaba "después de la ventana". La terraza del departamento, forrada en malla protectora y llena de maceteros se convirtió en el bosque donde la Toti corría, comía, jugaba y hasta dormía.

Ella siempre hablaba cuando jugaba. Sin reparar en sus palabras, su mamá y su nana danzaban con escoba y plumero en mano igual que bailarinas en un remolino de limpieza, conformes con escuchar su voz de tanto en tanto, señal inequívoca de que seguía donde la habían dejado en la mañana.

Pero comenzaron a suceder cosas extrañas en la casa de la Toti. Cada tanto se asomaban a ver donde estaba, le llevaba la leche o la alzaban en brazos para llevarla a dormir la siesta y la encontraban con un dulce en la boca, una mariposa en el delantal, una estrellita en el pelo, una flor, un nuevo juguete. Sin comentarse nada una a la otra, su mamá y su nana daban por sentado que cada una por separado le proporcionaba estos "tesoros". Pero pronto se dieron cuenta de que estas cosas no venían de nadie de la casa....preguntaron a los vecinos y nadie sabía nada....quizás la abuelita, quizás la tía, quizás el papá....por más que preguntaron no pudieron dar con el generoso amigo de la Toti.

Un día, mientras la Toti jugaba en su bosque de la terraza, las nubes cerraron el cielo y comenzó una lluvia de gotas bien gorditas. El viento las llevó por entre las rendijas de la malla y lograron llegar hasta las matas de romero, menta y albahaca que su mamá cultivaba en maceteros de plástico. Las mujeres corrieron a socorrer a la nena de la lluvia y fueron testigos de un singular espectáculo. La Toti reía y reía y entre sus manos había mil piedritas brillantes, de bellos colores y alegre tintinear. Una música clara como la lluvia la hizo alzarse levemente del suelo y bailar como una hojita al viento. Su mamá desconcertada la tomó entre los brazos y al preguntarle qué le sucedía, se dió cuenta que de entre los maceteros salían rayos de luz colorida y logró distinguir entre las hojas una especie de polillitas que con cada carcajada de la Toti, parecían aplaudir y dar gritos de alegría. Pero al querer tomarlos, desaparecían y con ellos todos los tesoros que tan misteriosamente habían aparecido en la casa.

En ese mismo instante las dos mujeres solo atinaron a mirarse con ojos incrédulos. Se abrió la puerta y el papá de la Toti saludó sin reparar en las sorprendidas damas. Tomó a la niña de la mano y le dijo:

- ¡Vamos enanita! Ponte un abrigo para que vamos a la plaza. Te voy a mostrar el arcoíris que se formó en el cielo. ¿Tu sabías, Toti, que al final del arcoíris viven los duendes?

- No papá, ellos viven acá en mi bosque, respondió la Toti. Juegan siempre conmigo y me regalan dulces, mariposas, estrellitas, flores y muñecas.

-Ah! tienes razón! rió el papá, guiñándole el ojo a la mamá y la nana, que aún permanecían en silencio. No hicieron más que cerrar la puerta y las dos corrieron a revisar los maceteros, sacudiendo cada hoja por si encontraban nuevamente las "polillas".....para asegurarse, la mamá roció las plantas con insecticida, pero al cerrar la ventana, escuchó un montón de burlescas risitas que se alejaban con el viento.

domingo, 26 de julio de 2009

Las visitas.

¡No tengo nada que decirte, por favor no insistas!

Siempre que conversaban se sentía presionada a decirle cosas importantes, pedirle disculpas o agradecerle algo.....eso la cansaba enormemente. Según todos, eso es lo que debía hacer para llevar una buena relación con él....

De pronto, escuchó su voz diciéndole: no necesito que me digas nada, te conozco muy bien. Y para qué querría yo que me agradecieras nada si no he hecho nada particularmente importante por ti...tú haces la mayor parte....y respecto a pedirme disculpas, hay algo que yo deba perdonarte? Lo ves? No te sientas así. No es bueno para nuestra relación que cada vez que vienes a verme, te sientes frente a mí con esa actitud nerviosa y molesta. Si piensas hacerlo cada vez que nos vemos, entonces ¡es mejor que no vuelvas! Me basta con que me recuerdes con amor y me envíes un saludo afectuoso. Yo siempre estoy pensando en ti, pero no para presionarte, si no simplemente porque te amo. Así es que ahora vete y sigue con tus asuntos....yo tengo muchísimo que hacer también.....y me lo piden todo para ayer....también estoy cansado....pero en fin, ¡para eso estamos!

Al decir esto último su risa llenó el lugar.....Y sin que ella se percatara, el párroco se acercó y le preguntó: Hija, vienes a confesarte?.....Ella lo miró como si despertara de un sueño y sin pensar, le dijo: no padre, él me dijo que no era necesario! Y mirando hacia atrás sonrió. Luego caminó tranquila hasta la salida.

miércoles, 22 de julio de 2009

Volvieron a casa

Cuentan que ya muy poco le hablaba. Tampoco la miraba mucho o cuando estaba presente, muchas veces la ignoraba. Ella seguía su vida sin entender mucho el por qué del cambio y aunque le era doloroso, nunca lo cuestionó ni le reprochó. Pasaban los años y él cada día se volvía más huraño, taciturno, melancólico....ella seguía haciendo para él aquellos panes que tanto disfrutaba y continuaba avivando el fuego de la chimenea cuando él se acomodaba a leer en su sillón....seguía limpiando su cenicero y arreglando los papeles que dejaba tirados por ahí. Un día, ya pasado tanto tiempo que el sentir se volvió costumbre, lo vio llorar con ojos sorprendidos....con uno de sus guantes entre las manos la llamó....gritó su nombre y ella no entendía el por qué de su desesperación..."estoy acá!, que no me ves?" y de improviso él calló....se hizo el silencio y tras un destello, él enjugó sus lágrimas y una gran y brillante sonrisa se instaló en su rostro. "Estabas acá!"...."nunca te fuiste".....ella no entendió nada, pero le dio igual....le tomó la mano y juntos caminaron por un sendero nuevo que ninguno conocía, para perderse en una luz cálida, desde donde se escuchaban vítores que los recibían, como si ambos hubiesen regresado a casa.....